Francisca Niklitschek
Autores colaboradores
Doctor Dmitrij Achelrod
Francisca Niklitschek
¿Recuerdas la primera vez que hablamos de nuestro sistema nerviosoLo imaginábamos como el arquitecto invisible, el centro de mando maestro que coordina todo, desde un simple parpadeo hasta nuestros pensamientos más complejos. Aprendimos que esta intrincada red no es solo un sistema, sino un hermoso y dinámico dúo entre el “impulso” del sistema nervioso simpático (SNS) y la “lentitud” del sistema nervioso parasimpático (PNS).
El SNS, el acelerador de nuestro cuerpo, evolucionó para ayudarnos a manejar las amenazas: la clásica respuesta de “lucha o huida”. El PNS, por otro lado, es el pedal del freno de nuestro cuerpo, diseñado para “descansar y digerir”. Pero, como hemos descubierto, la vida moderna tiene una trágica forma de mantener el acelerador pisado. Nos bombardean constantemente con los “tigres dientes de sable” de los plazos, las alertas y la información abrumadora, lo que deja a nuestro sistema nervioso atrapado en un estado de estrés crónico. Este exceso constante, como vimos en nuestra última publicación, puede afectar profundamente a nuestra salud física y emocional, desde problemas intestinales hasta ansiedad.
Entonces, ¿cómo podemos empezar a frenar y recuperar el equilibrio? La respuesta no tiene tanto que ver con tecnología compleja como con recordar nuestras raíces. Se trata de reconectar con nuestro corregulador original: la naturaleza.
Hay una razón por la que un paseo por un bosque tranquilo nos hace sentir tan bien, aunque no sepamos explicar por qué. No es solo el aire fresco o la forma en que la luz del sol se filtra entre las hojas. Es algo que está integrado en la estructura misma de nuestro sistema nervioso, una profunda resonancia con el mundo natural que nuestro cuerpo recuerda.
Nuestro plan evolutivo
Durante cientos de miles de años, nuestros cuerpos evolucionaron en constante diálogo con el mundo natural. Nuestro sistema nervioso se formó bajo el ritmo constante del día y la noche, el susurro de las hojas agitadas por el viento y la presencia tranquila de los árboles. En estos espacios, nuestros cuerpos aprendieron lo que era la seguridad. El susurro de las hojas podía indicar una amenaza potencial, activando nuestro SNS. Pero los patrones constantes y predecibles de la naturaleza, el ritmo de las olas, el lento arco del sol, le decían a nuestro cuerpo cuándo era seguro bajar la guardia y dejar que el PNS tomara el control. [1],[2],[3].

Este diseño evolutivo explica por qué la vida moderna puede resultar tan agotadora. Nuestros sentidos se ven bombardeados por pantallas, ruido y urgencia. Sin embargo, cuando salimos al aire libre y dejamos que nuestro sistema nervioso descanse al ritmo más lento de la naturaleza, ocurre algo extraordinario: nuestra fisiología cambia. Nuestro cuerpo reconoce estas señales naturales como familiares, seguras y reconfortantes, ya que forman parte de nuestro diseño biológico.
Los mecanismos de la naturaleza: cómo responde tu cuerpo
Entonces, ¿qué ocurre exactamente cuando nos sumergimos en la naturaleza? Se trata de una conversación mágica, respaldada por la ciencia, entre nuestros sentidos y nuestro sistema nervioso:
- Estimulación sensorial y activación parasimpática: cuando observamos paisajes naturales, como un bosque verde o un lago tranquilo, nuestro cerebro procesa estas imágenes de forma diferente. En lugar de la concentración intensa que requieren los entornos urbanos, nuestra atención puede vagar suavemente. Esta “suave fascinación” calma la mente y activa el SNP, ralentizando nuestro ritmo cardíaco y mejorando nuestra capacidad para recuperarnos del estrés. Las señales auditivas, como el canto de los pájaros o una suave brisa, también atenúan la respuesta de “lucha o huida”. [4],[5].
- Modulación hormonal y neuroquímica: Entrar en contacto con la naturaleza reduce la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina. Al mismo tiempo, aumenta la producción de endorfinas y serotonina, que influyen en nuestro estado de ánimo y sensación de bienestar. Se trata de una comunicación directa entre nuestro sistema nervioso y nuestro sistema endocrino, que ayuda a equilibrar la respuesta al estrés. [4],[5].
- Mejora de la variabilidad del ritmo cardíaco (HRV): Como aprendimos en nuestra publicación anterior, un sistema nervioso flexible es un sistema nervioso sano. Cuando estamos en contacto con la naturaleza, nuestra variabilidad del ritmo cardíaco (HRV) cambia hacia patrones que indican que nuestro SNP tiene el control. Este aumento de la flexibilidad autónoma es una señal de que nuestro cuerpo se adapta mejor a los retos y se recupera mejor de ellos. [6],[7].
Mecanismo | Efecto clave | Beneficio de apoyo |
Estímulos sensoriales (por ejemplo, imágenes, sonidos) | Aumenta el tono vagal, disminuye la actividad simpática. | Rápida reducción del estrés, mejora del estado de ánimo. |
Cambios hormonales (por ejemplo, disminución del cortisol) | Equilibra las hormonas con apoyo vagal. | Mayor resistencia al estrés crónico |
Mejora de la VFC | Fomenta la flexibilidad autónoma. | Mejor regulación emocional y recuperación. |
Señales evolutivas de seguridad | Activa los circuitos neuronales restauradores. | Reducción de la ansiedad, conexión social |
Encuentra tu paz interior: las herramientas de la naturaleza
No es necesario desaparecer en la naturaleza salvaje para sentir el toque calmante de la naturaleza. Nuestro sistema nervioso puede responder incluso a las dosis más pequeñas. Piensa en ello como una microdosificación de la naturaleza:
- Árboles y espacios verdes: Tómese un momento para observar detenidamente las ramas de un árbol. Los patrones geométricos repetitivos conocidos como fractales tienen un efecto calmante medible en nuestro cerebro. [8]. Nuestros sistemas visuales evolucionaron con estas formas, por lo que nos resultan intrínsecamente familiares y seguras. Además, el simple hecho de ser entre los árboles nos expone a compuestos derivados de las plantas llamados fitoncidas, que pueden activar respuestas de relajación en nuestro sistema nervioso. Esta es la ciencia que hay detrás del “baño de bosque” (shinrin-yoku). [9].
- Sonidos del agua y silencio: Nuestros oídos están sintonizados para encontrar seguridad en determinados paisajes sonoros. El rítmico romper de las olas del mar o el constante murmullo de un río transmiten previsibilidad y calma. Se trata de una forma de corregulación auditiva. El silencio texturizado de la naturaleza, la pausa entre el canto de los pájaros, la quietud tras el viento, también proporcionan a nuestro sistema nervioso una oportunidad muy necesaria para calmarse y bajar el ritmo de la vigilancia.
- La luz solar y el ritmo circadiano: Nuestros cuerpos son máquinas sensibles a la luz, y la luz natural es crucial para regular nuestro reloj interno, o ritmo circadiano. [10]. La luz de la mañana le dice a nuestro cuerpo que despierte y se llene de energía, mientras que la luz dorada de la tarde nos prepara para descansar. Pasar tiempo al aire libre, aunque sea unos minutos, ayuda a reajustar estos ritmos y a recuperar la vitalidad que es clave para que el sistema nervioso funcione bien.
Lo bonito es que estos beneficios se amplifican cuando los compartimos. Dar un paseo con un amigo, sentarse tranquilamente con los seres queridos bajo un árbol o incluso compartir un momento de silencio al aire libre puede profundizar los sentimientos de seguridad y pertenencia. Nuestros sistemas nerviosos se autorregulan no solo con el entorno, sino también entre sí, reforzando la confianza y la conexión.

La invitación: Vuelve a casa con tus ritmos
En muchos sentidos, regular nuestro sistema nervioso no consiste en aprender algo nuevo, sino en recordar lo que ya sabemos. Nuestros cuerpos, bajo las capas de ruido urbano y luz digital, aún conservan la antigua memoria de vivir en sincronía con los ritmos de la Tierra. Recuperar nuestros sentidos significa permitirnos sentir el viento en nuestra piel, escuchar el silencio entre los sonidos y observar el lento arco del sol. Se trata de dejar que nuestra respiración siga el ritmo de los árboles.
Al igual que cuidamos nuestra higiene diaria, podemos cuidar nuestro equilibrio interior incorporando la naturaleza a nuestras rutinas. Estos pequeños actos constantes recalibran nuestros sistemas hacia la seguridad, la conexión y la vitalidad. La invitación es sencilla: vuelve a los ritmos que siempre han sido tuyos.
Bibliografía
[1] U. Hasson, S. A. Nastase y A. Goldstein, ‘Direct Fit to Nature: An Evolutionary Perspective on Biological and Artificial Neural Networks’ (Ajuste directo a la naturaleza: una perspectiva evolutiva sobre las redes neuronales biológicas y artificiales), Neuron, vol. 105, n.º 3, pp. 416-434, febrero de 2020., doi: 10.1016/j.neuron.2019.12.002.
[2] L. E. Egner, S. Sütterlin y G. Calogiuri, ‘Proposición de un marco para los efectos restauradores de la naturaleza a través del condicionamiento: teoría de la restauración condicionada’, Int. J. Environ. Res. Public. Health, vol. 17, n.º 18, p. 6792, enero de 2020., doi: 10.3390/ijerph17186792.
[3] S. W. Porges, ‘Orientarse en un mundo defensivo: modificaciones mamíferas de nuestra herencia evolutiva. Una teoría polivagal’, Psychophysiology, vol. 32, n.º 4, pp. 301-318, julio de 1995., doi: 10.1111/j.1469-8986.1995.tb01213.x.
[4] V. F. Gladwell et al., ‘The effects of views of nature on autonomic control’ (Los efectos de las vistas de la naturaleza sobre el control autónomo), Eur. J. Appl. Physiol., vol. 112, n.º 9, pp. 3379-3386, septiembre de 2012., doi: 10.1007/s00421-012-2318-8.
[5] D. K. Brown, J. L. Barton y V. F. Gladwell, ‘Ver paisajes naturales afecta positivamente a la recuperación de la función autónoma tras un estrés mental agudo’, Environ. Sci. Technol., vol. 47, n.º 11, pp. 5562-5569, junio de 2013., doi: 10.1021/es305019p.
[6] T. Mizumoto et al., ‘Efectos fisiológicos del ajuste al ver imágenes del entorno natural sobre la variabilidad del ritmo cardíaco en personas con trastornos depresivos y de ansiedad’, Sci. Rep., vol. 15, n.º 1, p. 16317, mayo de 2025., doi: 10.1038/s41598-025-00681-4.
[7] E. E. Scott et al., ‘El sistema nervioso autónomo en su entorno natural: la inmersión en la naturaleza se asocia con cambios en la frecuencia cardíaca y la variabilidad de la frecuencia cardíaca’, Psychophysiology, vol. 58, n.º 4, p. e13698, 2021., doi: 10.1111/psyp.13698.
[8] C. M. Hagerhall, T. Laike, R. P. Taylor, M. Küller, R. Küller y T. P. Martin, ‘Investigaciones sobre la respuesta del EEG humano al ver patrones fractales’, Perception, vol. 37, n.º 10, pp. 1488-1494, octubre de 2008., doi: 10.1068/p5918.
[9] ‘Shinrin-yoku’, Wikipedia. 29 de junio de 2025. Consultado el 14 de agosto de 2025. [En línea]. Disponible: https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Shinrin-yoku&oldid=1297901131
[10] ‘Ritmo circadiano’, Wikipedia. 3 de agosto de 2025. Consultado el 14 de agosto de 2025. [En línea]. Disponible: https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Circadian_rhythm&oldid=1304065871
Patrick Liebl,
Facilitador principal y experto en integración
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